domingo, 5 de octubre de 2008

Si dejáramos a los padres sentir las cosas que las madres dicen sentir en exclusividad, quizás no

Si la madre cree tener unívocamente derecho a la posesión sobre los hijos y la sociedad se la avala, ¿qué
lugar le queda al papá?. Es responsabilidad del papá la manutención económica y de la mamá la contención y
la presencia afectiva.
Así, la estructura social dice que a la madre no se la puede separar del chico, con toda razón, y que si se
puede separar al padre del chico, con no se cuánta razón.
Y sin embargo eso dicen los expertos. ¿Podemos creerles?.
En la película “Juego de seducción”, un hombre de aspecto rural cuenta en cámara la siguiente historia:
Cuando yo tenía 8 años, encontré el Río Perdido. Nadie sabía dónde estaba, nadie en mi condado podía
decirte cómo llegar, pero todos hablaban de el. Cuando llegué por primera vez al Río Perdido, me di cuenta
rápidamente de que estaba allí. Uno se da cuenta cuando llegue. ¡Era el lugar mas hermoso que jamás vi,
había árboles que caían sobre el río y algunos peces enormes navegaban en las aguas transparentes!. Así que
me saqué la ropa y me tiré al río y nadé entre los peces y sentí el brillo del sol en el agua, y sentí que estaba en
el paraíso. Después de pasar la tarde de ahí, me fui marcando todo el camino hasta llegar a mi casa y allí le
dije a mi padre:
- Papá, encontré el Río Perdido.
Mi papá me miró rápidamente y se dio cuenta de que no mentía. Entonces me acarició la cabeza y me dijo:
- Yo tenía mas o menos tu edad cuando lo vi por primera vez. Nunca pude volver.
Y yo le dije:
- No, no... Pero yo marqué el camino, dejé huellas y corté ramas, así que podemos volver juntos.
Al día siguiente, cuando quise volver, no puede encontrar las marcas que había hecho, y el río se volvió
perdido también para mi. Entonces me quedó el recuerdo y la sensación de que tenía que buscarlo una vez
mas.
Dos años después, una tarde de otoño, fuimos a la dirección de guardaparques del condado porque mi papá
necesitaba trabajo. Bajamos a un sótano, y mientras papá esperaba un una fila para ser entrevista, vi que en
33
una pared había un mapa enorme que reproducía cada lugar del condado: cada montaña, cada río, cada
accidente geográfico estaba ahí. Así que me acerqué con mis hermanos, que eran menores, para tratar de
encontrar el Río Perdido y mostrárselo a ellos. Buscamos y buscamos, pero sin éxito.
Entonces se acercó un guardaparques grandote, con bigotes, que me dijo:
- ¿Qué estás buscando, hijo?
- Buscamos el Río Perdido - dije yo, esperando su ayuda.
Pero el hombre respondió:
- No existe ese lugar.
- ¿Cómo que no existe?. Yo nadé ahí.
Entonces el me dijo:
- Nadaste en el Río Rojo.
Y yo le dije:
- Nadé en los dos, y se la diferencia.
Pero el insistió:
- Ese lugar no existe.
En eso regresó mi papá, le tiré del pantalón y le dije:
- Decile, papá, decile que existe el Río Perdido.
Y entonces el señor de uniforme dijo:
- Mirá niño, este país depende de que los mapas sean fieles a la realidad. Cualquier cosa que existiera y no
estuviese aquí en el mapa del servicio oficial de guardaparques de los Estados Unidos, sería una amenaza
contra la seguridad del país. Así que si en este mapa dice que el Río Perdido no existe, el Río Perdido no
existe.
Yo seguí tirando de la manga de mi papá y le dije:
- Papá, decile...
Mi papá necesitaba el trabajo, así que bajó la cabeza y dijo:
- No hijo, el es experto, si el dice que no existe...
Y ese día aprendí algo: Cuidado con los expertos. Si nadaste en un lugar, si mojaste tu cuerpo en un río, si te
bañaste de sol en una orilla, no dejes que los expertos te convenzan de que no existe. Confiá mas en tus
sensaciones que los expertos, porque los expertos, son gente que se moja pocas veces.
¿Cuántos hijos habrán tenido esos expertos que excluyen del vínculo emocional a los padres?.
¿En que río no habrán nadado?
La verdad, ¿qué imprta lo que digan los psicólogos?. Que imprta lo que diga yo, lo que digan los libros, ¡que
importa lo que diga nadie!. Lo que importa en el amor es lo que cada uno siente.
Porque cada uno sabe perfectamente cuánto quiere a sus hijos, porque en todo caso este es tu Río Perdido,
el que no está en ningún mapa.
El primer embarazo de mi esposa no lo diagnosticó el obstetra, lo diagnosticó mi clínico. Sucedió que en dos
semanas yo engordé 5 kilos, me sentía mareado, tenía náuseas, y fui a ver a mi médico. El me revisó y me
dijo:
- ¿No estará embarazada Perli?
Yo le dije que no porque realmente no sabíamos nada. Así que volvía a casa y le dije a mi esposa:
- ¿Estás embarazada vos?
- No, tengo un atraso de una semana, pero no creo...
Y ocho meses después nacía Demián.
Todos los hombres han sentido envidia de no ser capaces de llevar en la panza a sus hijos, y esta envidia
tiene muchos matices y redunda en muchas actitudes. Pero sobre todo, en una sociedad que carga al varón
con mucho peso respecto de la responsabilidad, una sociedad que frente a un embarazo lo que les dice a las
mujeres es: “Que suerte, te felicito”, y a los hombres le dice: “Se acabó la joda, macho, ahora si que vas a tener
que yugar”... yo me pregunto: ¿Cómo el hombre no va a tener ganas de irse al cuerno?. ¿No seremos
nosotros los que estamos condicionando estas respuestas dándole tanto lugar de privilegio al amor de la
madre y desplazando el lugar amoroso del padre?.
Desde el punto de vista de mi especialidad, siempre sé que hay un trastorno severo previo en alguien que no
querer a su propio hijo. Pero también se que no necesariamente hay un trastorno estructural severo en alguien
que no quiere a su papá o a su mamá. Sufrirá, y padecerá la historia de no quererlos, pero no forzosamente
tiene un trastorno de personalidad.
Uno podría pensar que, por la continuidad genética, este fenómeno de la vivencia de prolongación sucede
sólo con los hijos biológicos. Pero no es así. A los hijos adoptivos se los quiere exactamente igual, con la
misma intensidad y la misma incondicionalidad que a los hijos naturales, y esto es fantástico. Adoptar no quiere
34
decir criar ni anotar oficialmente a alguien en nuestra libreta matrimonial, significa darle a ese nuevo hijo el
lugar de ser una prolongación nuestra.
Cuando yo adopto verdaderamente desde el corazón, mi hijo es vivido por mi como si fuera un pedazo mío,
exactamente igual, con la misma amorosa actitud y con la misma terrible fusión que siento con u n hijo
biológico.
Y así como ambos llegaron a nuestras vidas por una decisión que tomamos, así, nuestros hijos, biológicos o
adoptados, son vividos como una materialización de nuestro deseo y también como la respuesta a alguna
insatisfacción o necesidad de reparación. Por eso los condicionamos con nuestras historias, las buenas y
malas. Los educamos desde nuestras estructuras mas sanas y también desde nuestro lado mas neurótico, lo
cual, como digo siempre un poco en broma y un poco en serio, quizás no sea tan malo para ellos. Pobres de
mis hijos si les hubiese tocado tener dos padres normales, carentes de un nivel razonable de neurosis.
¡Imagínense!, aterrizar sin entrenamientos en un mundo como el que vivimos, lleno de neuróticos... sería un
martirio.
Con Perla y conmigo, mis afortunados hijos simplemente salieron a la calle y dijeron:
“¡Ah!. ¡Es como en mi casa!. ¡Está todo bien!”...
Aprendieron a manejarse con padres neuróticos para poder manejarse en la vida. Lo digo en tono irónico,
pero es cierto.
A nuestros hijos les sirve nuestra neurosis porque, les guste o no, van a vivir inmersos en una sociedad
neurótica. Decía Erich Fromm: “Si a mi consultorio llega un hombre sano, mi función sería neurotizarlo
suficientemente para que pudiera vivir adaptado”.
DIVORCIO

No hay comentarios: